PEQUEÑAS FORMAS DE PEDIR DESEOS (ó cuán facil es olvidarse del mañana)

 

"Suerte hay que tener para poder ver que la vela en realidad es un pequeño sol..."

Desde ahora es muy fácil por las mañanas observar desde la calle los pequeños cambios que se han dado el día de hoy. Recuerdo que todas las mañanas el panadero con su triciclo iba al son de su corneta mientras que en la cesta el pan caliente cubierto por suaves mantas salia humeante cuanto las gente pedían en el portón de la casa una gran cantidad de estas envueltas en finas y bolsas de papel al tan barato costo de una moneda de un sol, que hasta la gente que vivía en la calle podía comprar alguna pequeña cantidad para saciar su hambre y tener un pequeño momento de felicidad en la miseria diaria.

Como a eso de las siete de la mañana recuerdo que en el televisor el presentador de las noticias decía estas con un todo ni tan serio pero para nada apreciable, solamente enmarcaba con una fuerte pronunciación lo que la gente comentaría por el resto del día. Mi tía para ese entonces ya me levantaba con un cálido buenos días y se iba a la cocina a donde yo , cuando iba al baño pasaba y observaba en la mesa el oloroso pan recién orneado que había comprado segundos atrás.

Una vez llegado el momento del baño me sumergía en el continuo brotar del agua de la ducha en donde al cerrar mis ojos pensaba en todas las cosas que podrían pasar en el colegio, desde la presentación que se haría, las amistades que encontrarían y las cosas bellas que habían ahí en especial ella, cuantas veces me peinaba mas de una o dos veces para estar bien parecido y finalmente poder impresionar a alguien, pero no tenía mucho tiempo porque tenía que ir inmediatamente a mi cuarto de regreso a cambiarme el uniforme escolar: primero ,a camisa almidonada y luego los pantalones grises, rematados con una correa negra,de hebilla dorada, para seguidamente anudarse la corbata azul y de ese modo ponerme aquel elegante saco que tenía en  el lado derecho el escudo del colegio, medias y zapatos chirriantes junto a otra peinada (esta vez con gel) y salir corriendo hacia la mesa del comedor donde mis padres me esperaban, uno con el diario y otra con las cosas de su trabajo de secretaria con el celular en el cuello tratando de comer al mismo tiempo, por lo que era un tanto gracioso ver a mi madre en esa forma, de todas maneras siempre se levantaba para darme el  beso de despedida e irse hacia la sala donde un pasillo daba hacia la puerta de afuera. MI padre, con la lentitud que lo caracterizaba, siempre dejaba el periódico y tomaba una taza con café bien cargado mientras comía un poco de jamón para salir en dos minutos, dar un fuerte apretón de manos y coger la maleta que mi tía le alcanzaba, raudamente también salía a la calle para tomar el próximo taxi que lo llevaría lejos.

Yo me quedaba con mi tía a tomar el desayuno hasta que el reloj marcase las ocho de la mañana, a esa hora yo traía del cuarto mi mochila y revisar a más de dos veces si no había dejado nada así que inmediatamente salía de ahí y me dirigía al portón mientras mi tía decía que me arregle bien el uniforme y le limpie los zapatos, añadiendo algún otro consejo al cual no le tomaba mucha importancia y así terminaban las mañanas en aquel hogar de doble puerta encerrado en un muro de ladrillos rojos y amarillos con lunetas transparente y rejas negras, lugar a las que ahora haciendo memoria lo veo tan lejano y tan querido que ha veces este pequeño y frío departamento de la ciudad hace que cada día que pase sea un constante recordatorio de que " lo pasado fue mejor"

Ahora que me dirigo al comedor, a aquel frío y azulado espacio iluminado por luces blancas que apenas iluminan la mañana, siento que crecer no ha sido una experiencia diferente que digamos, se muy bien que ha veces las experiencias varían con la mentalidad de las personas y al parecer mi visión de las cosas han hecho que se vean un poco insípidas, distantes y de poca emoción, al igual que mi refrigerador, que solamente tienen unos vasos de sopa rápida y unas verduras de varios y helados sin ningún contenido en sus cajas. De esa manera veo que ha sido todo, apariencias que son solamente eso, apariencias.

Las pocas amistades que frecuento, o mejor dicho, que me frecuentan son tal cual iguales a mi, frías, insípidas y de pocas palabras, adustos, modestos y una igual añoranza por la soledad y las mañanas nublosas. Diferencia con los pocos cuadros colgados en las paredes con formas y figuras antiguas, en los ojos de esos cuadros solamente se ve la soledad del tiempo, del lugar, del espacio de us aparición.

Ahora solamente me siento en el sillón verde y respiro ese aire de la mañana que se siente cálido cada vez que la siento, siento en mi tabique el dulce frío que toca la nariz y que congela las penas, llenando los pulmones de esa magia llamada vida que al menos, es lo único quie hace que siga viviendo en este pequeño lugar, escucho las hojas de los arboles y la humedad que en mis ojos, limpian una conciencia agradable, mientras oigo en mi silencio el ruido de algún mar lejano, y la humedad que alrededor se da es inimaginable.

Pronto al abrir los ojos veo una vela sobre un mueble minimalista y me dirigo hacia ella, frente a ella el retrato de mi familia y en especial de mi madre, abajo la fecha de un deceso y de un nacimiento. El recuerdo que por tantos años guarde de repente se convierten en algo más, en el retrato veo esos ojos tiernos de quién alguna vez me abrazó fuertemente y me dijo que sería toda una persona de bien en mi futuro.Veo en el cabello adorable lo que significaba uno al ser tan solo algo pequeño, desprotegido que hallaba ahí el calor  que tanto buscaba en la luz. Ahora que siento que casi todo lo que he querido hacer ya está hecho agarro la vela e inmediatamente la pongo en un pequeño plato mientras froto con mis manos, las asperezas de la vida, abro el cajón y lo único que encuentro es una caja de cerillos algo nueva, lo cogo entre mis manos y saco un fósforo que enciendo con una suerte de devoción interna, tomo la vela y entonces enciendo aquella flama que ilumina las fotografías de esas cosas del pasado dulce al cual he tratado de no observar, me detengo y miro de reojo los rostros amigables y confiables de una familia increíble, así que miro hacia la ventana que flamea las cortinas incoloras y me acerco hacia ella con esa pequeña fuente de luz, tomo un vaso y con la cera derretida se acerco hacia ella protegiendo la flama del viento como si se tratase de una suerte de deseo, uno pequeño, pero que finalmente siento que terminará con la agonía de un devenir  incierto.

Cierro los ojos y llevo la vela al viento que tras si y tras la flama, en una pequeña habitación en un domingo que ha de venir, la vanidad, desaparece en una humareda de sucesos, un pequeño deseo que se convierte en una esperanza que para mi se convierte en una minúscula parte de una vida ya vivida pero que por casualidad es solo una vida que esta por aprender a ser vivida.


El deseo es algo un tanto secreto, solo mis ojos saben lo que sé y mi cuerpo, liberado se siente.


-FIN- 


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